Entrevista al Ing. Agr. Gustavo Battistoni
Por Walter Nievas. CPIA Río Negro
El Ing. Agr. Gustavo Battistoni forma parte de la fruticultura regional, con una extensa trayectoria profesional en algunas de las empresas más icónicas de la región. En el marco de la serie de entrevistas que CPIA RN está realizando con colegas, compartimos con Gustavo una charla sobre los días en su Santa Fe natal, su llegada a Alto Valle, y sobre distintas aristas de la actividad, como la evolución del sector, el arribo de las AG Tech y el rol del ingeniero agrónomo en la actualidad.
De una tierra de colonos a otra tierra de colonos
–¿Cómo fue que de Santa Fe viniste a la Patagonia?
Nací en Vila, de donde era mi madre, un pequeño pueblo de Santa Fe que en aquella época tenía cerca de 900 habitantes, pero me crie en San Francisco, provincia de Córdoba, donde habían destinado a mi padre, que era suboficial del Ejército, y donde hice el primario y el secundario. Después estudié agronomía en Esperanza, localidad en la que se había establecido la primer colonia agrícola del país[1]. , y donde estaba la Facultad, que la habían formado los curas alemanes de la Congregación del Verbo Divino, una congregación misionera católica. La facultad luego fue absorbida por la Universidad Nacional del Litoral, y allí, siendo estudiante, trabajé con tamberos de la zona y participé en un estudio de control de leñosas invasoras en el norte de Santa Fe. Me recibí en el 73 y me vine en ese verano al Valle a trabajar en la cosecha, a una chacra que había comprado mi padre en Campo Grande. En el 74 volví a San Francisco a hacer el servicio militar y en el 75, como en Moño Azul necesitaban un técnico, me trasladé a Villa Regina para incorporarme a esa firma, donde estuve hasta el 97. Luego pasé a Expofrut como Responsable Técnico y después como Gerente de Producción, empresa que en esa época estaba en plena expansión, y allí terminé mi carrera. Ya retirado, hace un tiempo el colega Raúl Rainieri me pidió que colabore en la Escuela Agrícola de Villa Regina, así que hoy estoy allí compartiendo mi experiencia en fruticultura con los alumnos.
[1].En la Colonia Agrícola Esperanza, provincia de Santa Fé, a mediados de 1800 se establecieron las primeras familias de inmigrantes provenientes de Alemania, Suiza, Francia e Italia. Caracterizada entre otras cosas por su diversidad de credos, en su plaza central se realizó el primer casamiento por civil en Argentina entre protestantes y católicos.
–En el 75, cuando empezaste en Moño, imagino que la figura del ingeniero agrónomo privado no era habitual.
Para nada. En esa zona éramos poquitos, Luis Siracursa, Carlos Patternoli, quizás algún otro. Mi jefe en Moño era Fredy Barthus, el técnico responsable de la firma, que era un ex INTA, porque en aquella época era habitual que en INTA los ingenieros agrónomos estén en el área de investigación, y en las agencias como extensionistas había técnicos agropecuarios. Yo tenía a cargo las chacras chicas de la empresa. Era el técnico, llevaba gasoil a los tractoristas, era recorredor, manejaba el personal, era el contacto de la chacra con el pueblo. Uno así aprende a hacer de todo. No tenía horarios, el trabajo era todo el día, hoy todo eso cambió. Luego se sumaron otros técnicos como Orlando Bertoldi, Julio Dillon, Horacio Bernal, Marcelo Romera, Carlos Enriquez, Brunetti, entre otros.
–¿Y cómo eran Villa Regina y Moño Azul en 1975?
Era zona de productores chicos y medianos, productores familiares que vivían en la chacra y de la chacra, muy distinto al esquema actual. No había mallas, muy poca defensa de heladas. Era una colonia de tanos o descendientes de tanos. Y en esa época en Moño todo estaba creciendo, recién se inauguraba el galpón sobre la Ruta 22, y si bien había algunos montes tradicionales, ya había mucha espaldera a 4 m x 3 m, principalmente por el trabajo de Barthus, que propiciaba esa conducción. Era todo Williams, Packhams, D Anjou, Red y Granny, no había Chañares, la primera roja mejorada que apareció tiempo después fue Hi Early.
–Para un profesional, cuáles eran los principales problemas técnicos en esos días?
La sanidad fundamentalmente. Carpocapsa, el problema histórico del valle. Y en esa época había bastante Arañuela y Psílido. El Piojo de San José casi no existía, a veces se veía Cochinilla coma. Aceite y polisulfuro eran imprescindibles. Se usaban fosforados, y algún productor capaz aún usaba clorados. Sarna nada, apareció más tarde posiblemente con un ingreso de fruta de Río Colorado. Oidio sólo en algunas variedades.
Luego de una noche de control de heladas en una plantación de ciruelas, en los 90, junto al Ing. H. Bernal (izquierda) y Juan Klemen (centro), Imagen tomada por Antonio Pirri, uno de los fundadores de la firma Moño Azul
La revolución del color
–Moño está vinculada a la historia de la Red Chief en la región. ¿Cómo fue aquello?
Claro, en el 81 Osvaldo Grisanti, uno de los dueños de Moño, importó las primeras de 4700 plantas de Red Chief sobre pie franco. Una parte se condujo en arbolito en eje central a 6 m x 4 m, según recomendación original del vivero, y otra parte en espaldera a 4 x 3, como se hacía en Moño. Se plantaron en Chimpay, para cumplir un requisito de aislamiento que exigía el vivero por un plazo de 10 años. El manejo era totalmente distinto a las otras variedades, era todo un tema, hubo mucho aprendizaje y consultas sobre la manera en que la manejaban los americanos, principalmente cómo cubrir espacios entre plantas, cómo bajar las ramas. En la región tardó mucho en crecer la superficie plantada con Red Chief al no haber viveros locales que la ofrecieran.
–¿Qué pasó en el mercado cuando empezó a comercializarse Red Chief?
El impacto fue alto, no había oferta de frutas de ese clon. La cosecha era espectacular, 80 o 90 % en la primera pasada, se podía barrer, y descarte casi no había. Fue una innovación para la zona. Al consumidor argentino le gustan las manzanas dulces, y si una señora va a la verdulería a comprar una Red Delicious y tiene que elegir entre una que tiene 50 % de color y otra con 100 % de color, elige la de más color. Bastante después el vivero Rosauer empieza a vender Chañar 90, la Super Chief, un clon de Red Chief con un poco más de vigor, algo menos dardífera. Luego empezó un tema de distorsión del material vegetal, y empezaron a verse en las chacras problemas de desuniformidad, heterogeneidad en las plantaciones, al no haber plantas madre definidas de donde sacar material.
Gustavo (de frente) junto al Ing. J. Toranzo (de perfil) y otros profesionales durante una gira técnica en una chacra de Moño Azul. Invierno del 92.
La integración que no fue
–¿Cómo va a evolucionar el sector frutícola en el corto o mediano plazo?
Con medianos productores, que comercialicen su fruta y así manejen el negocio. Si por hectárea logras 20.000 o 40.000 kilos más, fantástico, pero tenés que manejar la comercialización. Si no sos el dueño de tu fruta y no cobras por cada kilo que entregas, no va. Y es importante cobrar en el momento en que se entrega la fruta, no a los seis meses. No basta con ser buen productor con calidad y rendimientos, excepto que tengas mucho volumen y lograr escala para negociar mejor. El negocio ya no termina en la tranquera. Capaz eso era así hace muchos años atrás, cuando el productor entregaba su fruta al empaque en confianza y podía ganar, y así podía funcionar. Con el tiempo eso se distorsionó. Recuerdo que en el 82 hubo una helada muy fuerte y se perdió gran parte de la cosecha del Valle, y la fruta llegó a pagarse hasta 5 veces el precio normal, y el productor que tenía cosecha percibió efectivamente ese beneficio. Algunos lograron equiparse, cubrir deudas, comprar vehículos y maquinarias, cosas que hoy no pueden ocurrir. No digo que hoy es mejor ni peor, sino que cambió todo. Cambió el mundo y ese cambio impactó en toda la fruticultura, y los actores no lograron ver a tiempo por dónde pasaba el problema. En el valle no se dio una integración, no digo sólo la integración del productor con el empacador, digo integración de intereses y de ideas de todos los actores del sector para salir adelante, productores, empresarios, gobierno y organismos.
–Me viene a la mente aquella iniciativa de la publicidad para promocionar el consumo de manzanas …
Más que eso. En un momento EFFA[2] organizó un programa para mejorar la calidad de la Granny Smith en la región, para lo cual contrató al Ingeniero Correa, quien fue visitando y articulando con las distintas empresas y técnicos y productores para ajustar y unificar criterios de manejo de esta variedad, principalmente relacionados al riego y la nutrición. Recuerdo que en los empaques había carteles y publicidad que decía “Cuidemos nuestra manzana”. El resultado de esa integración entre actores fue muy positivo. Podría mencionar también la experiencia de El Trío, que durante un tiempo unió a las firmas Moño Azul, Gasparri y Tres Ases, también una iniciativa muy interesante, a través de la cual se coordinó el aporte del Ing. Alejandro Fresno, un colega chileno que trabajó con nosotros para uniformar criterios de mejora de calidad de la producción. Otro ejemplo fueron las giras técnicas que impulsaba Alfredo Palmieri junto a Joan Pijoan con los técnicos de la región para compartir experiencias de manejo, o las que luego organizó CPIARN con el especialista francés Michel Ramonguilhem.
–Las experiencias asociativas en el sector frutícola en general tuvieron muchas dificultades para afianzarse, o directamente no prosperaron. ¿Cuál es la causa?
Muchas experiencias asociativas de grupos de productores, de cooperativas, dejaron en manos de una persona o un socio principal el manejo del negocio, a veces sin participación ni compromiso del productor. La integración sin participación no sirve, es una integración mal entendida, y es el motivo por el cual muchas no prosperaron. Las que sí lo lograron, fue por roles de liderazgo claros, liderazgos comprometidos con el resultado general del negocio, y además por una fuerte participación directa y permanente del productor. En otras economías regionales las cooperativas funcionan bien, si hay una asamblea van todos los socios, y van por interés, van para ver qué pasa con el negocio, van para exigir resultados. El cooperativismo tiene roles, tiene obligaciones que exigen ser cumplidas, socios, síndicos, consejo de administración, etc., y todo eso es necesario tenerlo en claro para que funcione.
–¿Cómo visualizas los procesos de adopción de tecnología y de innovación en el sector?
Cuando Angel Salomon estaba a cargo de la Agencia de INTA de Villa Regina, se habían hecho varias parcelas demostrativas de riego en chacras de productores, para explicar la importancia de la nivelación, de las prácticas para un mejor uso del agua, etc. Una muy buena iniciativa, sin embargo, no “prendió”, quizás porque en términos generales el productor medio es conservador. Pero veo que eso está cambiando con las nuevas generaciones, la gente joven ve que el negocio pasa por la comercialización, y lo que eso genera lo están volcando a la producción, están plantando, y en eso están atentos a lo que están haciendo en INTA las Ings. Mariela Curetti y Dolores Raffo [2], para incorporarlo a sus chacras. La figura del viejo chacarero que sólo producía y entregaba su fruta, hoy es reemplazada por la del productor con perfil de empresario, que sabe que tiene que estar encima de los números, que sabe que tiene un capital importante en sus espaldas y que debe saber cómo comercializar para ganar plata. Me tocó trabajar con muchos asesores y consultores del exterior, me di cuenta que somos muy hechos a nuestra manera, y que es muy difícil para alguien de afuera penetrar eso. Somos más lentos para cambiar, y a veces el contexto no ayuda para innovar muy rápido.
[2] EFFA o Empacadores y Frigoríficos de Frutas Asociados de Río Negro y Neuquén, era una entidad que agrupaba a las principales empresas productoras, procesadoras y comercializadoras de la región. En 1974 se fusionó con la Corporación Frutícola Argentina para dar origen a la actual CAFI (Cámara Argentina de Fruticultores Integrados).
[3] Parcela demostrativa de distintos sistemas de conducción de diferentes variedades de manzanas y peras, con diferentes marcos de plantación, en la Estación Experimental INTA Alto Valle.
–¿Qué marca la diferencia entre la evolución de la fruticultura de Chile y la de Argentina?
Tengo muchos colegas y amigos en Chile y estoy en permanente contacto con ellos. Allí la fruticultura como sector tiene un rol mucho más importante en la economía chilena que el que tiene en Argentina, como sí tiene para nuestro país la Región Pampeana. Por lo que allá las pilas y los recursos están enfocados en la fruticultura, entonces las condiciones son propicias para la rápida introducción de los cambios. Ellos en su momento probaron con la pera asiática, les anduvo bien un tiempo, luego vieron que dejaba de ser negocio y no dudaron en cambiarla. Cuando acá empezamos a plantar Gala, allá ya estaban plantando los clones mejorados. Hoy les estamos comprando plantas con portainjertos que nosotros no tenemos.
–¿Cuáles fueron las principales innovaciones tecnológicas en la fruticultura regional, esas que marcaron hitos en la actividad?
La incorporación del bin sin dudas, mérito de Gasparri, y en eso es quien se lleva el título de lo que sería un empresario innovador. Cuando llegué a Moño, en parte aún se cosechaba en cajones cosecheros de 17 kg, y con el bin todo mejoró. Otra innovación fue, en los años 80 y 90, la introducción de los clones de Red mejorados, las “chañares”, las dardíferas y las semidardíferas, lo que generó un gran cambio en la producción. También fue importante el cambio de mentalidad para no seguir usando productos altamente tóxicos, y reemplazarlos por productos más respetuosos del medio ambiente y la salud humana. En eso la experiencia de los bloques de confusión sexual a principios del 2000 fue fundamental y seguramente lo será en breve el uso de biocontroladores, tecnología a la que entiendo debería darse un abordaje como el que se hizo en su momento con los bloques de confusión sexual, para facilitar su acceso generalizado a los productores. Aspiro que la mecanización de las tareas, financiamiento adecuado mediante, sea otra innovación que permita agilizar las labores, bajar costos, mejorar la eficiencia, ya que la actividad dejó de ser artesanal hace tiempo y pasó a ser industrial. La última gran incorporación tecnológica es la de las mallas, en este caso favorecida por las facilidades de financiamiento, pero sobre todo porque ante una inclemencia como el granizo, no existe otra opción.
En los 90, observando efectividad del sistema de control de heladas en ciruelas junto a J. Klemen, mecánico de Moño Azul
En Brasil, años 90, viendo manzanas recién cosechadas, junto a Carlos Enriquez, Gustavo Grisanti y un técnico brasileño
¿Especialización o diversificación?
–La especialización permite concentrar esfuerzos y lograr escala. La diversificación distribuye riesgos y mejora la composición del ingreso del productor. ¿La diversificación es entonces una opción válida para la región?
La diversificación no quiere decir no hacer pera ni manzana. Esos medianos productores que hoy comercializan su propia fruta de pepita, además tienen que estar actualizados en la producción y también en la comercialización. Pero también pueden hacer frutas de carozo, que es un muy buen cultivo en la región, es más complejo, pero hoy la posibilidad de control de heladas es muy diferente a cuando yo empecé en la actividad. El durazno y el pelón son sumamente interesantes. Antes el que tenía damascos se le helaba siempre, hoy hay variedades de floración más tardía que podrían cultivarse en la región. Los pocos productores que hacían cerezas, dejaron de cultivarla, principalmente porque tiene las mismas reglas de comercialización que la pera y la manzana. Hoy con cerezas hay una experiencia muy interesante y exitosa, llevada adelante con una fruticultura moderna que permite hacer frente a la exigencia elevadísima de mano de obra en cosecha en un período muy corto de tiempo, con buenos resultados, con tecnología que va más allá de la tranquera que incluye organización, logística, de mercados. Los frutos secos son otra opción muy interesante, antes había muy pocas variedades de almendros, hoy hay una cantidad enorme, algunas de floración tardía, que abre otras posibilidades para cultivarla.
–La producción orgánica regional de pepita está transitando un reacomodamiento muy fuerte. ¿Cómo estás viendo ese proceso?
Lo orgánico es un negocio de nicho. En su momento algunos empezaron a hacer orgánico porque se asumía que había que ir hacia ese lado, y hoy muchos de ellos han vuelto a convencional. Yo tenía a mi cargo también la parte orgánica en Expofrut en las chacras de Lamarque y Chimpay, de hecho allí hicimos con INTA las primeras experiencias a campo de biocontrol de carpocapsa con el parasitoide Goniozus legneri. El manejo orgánico es fantástico, realmente es distinto, podes percibir realmente los cambios que se van dando en el medio ambiente. El problema se limita a sí comercialmente lo podes manejar o no, nada más que eso. Por convicción perfectamente se puede ser un buen productor orgánico, pero luego las reglas del mercado son las que definen los precios.
Gustavo junto al Dr. Enrique Sánchez (izquierda) y al Ing. Agr. Antonio Felipe (derecha), en el Curso Internacional de Frutales de Carozo, en General Roca (1994)
Un mensaje a los jóvenes profesionales
–¿Cómo es el rol del ingeniero agrónomo en la era de las Ag Tech?
Pones un dron, tenés una app que en el celular te diga los kilos por planta que sacas, tenés la plataforma de cosecha más moderna y muchas tecnologías así, y para todo eso no es necesario que haya un ingeniero agrónomo. Sin embargo, tenés que saber qué vas a hacer para mejorar esos kilos de fruta que sacas. Y ahí entra el ingeniero agrónomo, el tipo que interpreta toda esa información y en base a eso toma las decisiones técnicas que correspondan para mejorar la producción. Si bien hemos tecnificado fantásticamente la etapa de empaque, con sensores de golpe, sensores de color, robótica, etc., aún no se está haciendo lo mismo con la etapa de producción. La mejora tecnológica debe ser integral, desde la chacra en adelante, no desde el empaque en adelante, porque la calidad de fruta que entre en un empaque altamente tecnificado, tiene que ser buena.
–Para cerrar, desde CPIA RN te vamos a pedir una sugerencia para el joven profesional que recién ingresa al mercado laboral
Podría decirle a ese joven colega recién recibido, que a partir de ahora tiene que estudiar cada día más. Y sobre todo, tener tremendo compromiso profesional con el resultado final de lo que hace.
Con las Ings. Agrs. D. Raffo (izquierda) y M. Curetti (derecha) en un ensayo de la Estación Experimental INTA Alto Valle. Noviembre de 2023