Entrevista al Ing. Agr. Jorge Aragón por Walter Nievas de CPIA RN
Conversar con Jorge Aragón, referente regional de la poscosecha de frutas de pepita, sobre su larga trayectoria profesional, resulta toda una experiencia. Los recuerdos se le agolpan, los ojos van y vienen para rescatarlos de la memoria, para ordenarlos – con no poco esfuerzo del entrevistador – y para reflexionar sobre el rol del ingeniero agrónomo, la incidencia de la tecnología y la dinámica de la empresa privada. A continuación, un breve repaso del encuentro con Jorge y su esposa Cecilia en la casa redonda con techo vivo, en su chacra junto al río Neuquén.
“París bien vale una misa” [1]
¿Y cómo te iniciaste en la poscosecha de peras y manzanas?
En el 74, siendo estudiante en la Universidad Nacional del Comahue, junto a Hugo Figueira – que siempre se sacaba notas más altas que yo – nos reunimos con el Ing. Benigno Segovia, profesor de la Cátedra de Tecnología de Frutas. En esa reunión Segovia nos dice : “Chicos, no se dediquen a la chacra. La fruta empieza a morir desde el momento en que nace. Un sistema que pierde el 50 % de lo que produce no puede sobrevivir”. Segovia nos quería transmitir que gran parte del potencial productivo no se expresa, no llega al consumo en fresco, se pierde, va a la industria. Hoy tendríamos que agregar que esa merma además conlleva un elevado costo ambiental, energético, de logística, en un proceso que implica mandar la fruta al otro lado del mundo. Segovia me mandó a ver al Ing. Lalo Bellino, primer “poscosechólogo” del Valle, y yo empecé a trabajar con él como ayudante alumno. Ahí visualicé que la poscosecha para mí era la posibilidad de no chupar frío, no pisar barro, no andar en Rastrojero para todos lados como hacía Ebert Bonavento, en esa época técnico de INTA, y esa idea me gustaba. Y ahí aprendí que la poscosecha puede extender la vida de la fruta para que la muerte sea recién el día que se la consumió. Aprendí que se trata de engañar a la fruta para que viva feliz más tiempo.
Te recibiste y tuviste un paso por Corpofrut …
El 30 de marzo del 80 me recibí con otros 12 colegas, y del 80 al 82 trabajé en Corpofrut, que estaba a cargo de Rodolfo Stockebrand, quien tuvo la decisión política de hacer un censo del sector frutícola, para empezar a manejar información estadística, cosa que aún no había en el Valle. Ahí con el Ing. Jorge Damico armamos la primera base de datos de la fruticultura regional, y con eso me entusiasmé más con la poscosecha.
Y luego vino tu etapa de formación en Francia?
– Bellino decía que el foco de la poscosecha estaba en Francia, y la Embajada ofrecía a la Provincia de Río Negro una beca para ir allá. El requisito era hablar francés y yo sabía hablar porque me había enseñado mi mamá, que era profesora. Soltero, recién recibido, ayudante de la UNCo, algo perdido, viajé a Viedma a entrevistarme con el Secretario General de la Gobernación de aquel entonces para hacer la gestión. El tipo me escuchó y me dijo: “París bien vale una misa”. Y fui a París como becario de Fisiología Vegetal Aplicada de Poscosecha, a trabajar con un experto en atmósfera controlada en un centro donde estudiaban la poscosecha de peras y manzanas. Allí lavaba material de vidrio del laboratorio y leía publicaciones de la biblioteca. Luego volví a Argentina y Bellino me consiguió otra beca, a través del Rotary, en el CTIFL, el Centre Technique Interprofessionnel des Fruits et Légumes, y pude recorrer chacras, empaques, cámaras de frío.
Y Francia realmente era el foco de la poscosecha?
– La fruticultura de Francia era de mercado interno, todo a poca distancia. Francia es grande como provincia de Buenos Aires, como mucho se exportaba cerca, a Alemania, Polonia o Inglaterra. Volví de Francia y luego aprendí que la poscosecha no pasaba por la escuela francesa, pasaba por la escuela americana. El foco estaba realmente en Estados Unidos, en Wenatchee, Estado de Washington, con condiciones climáticas más similares a Alto Valle que las de Francia.
[1] Frase atribuida a Enrique de Borbón, quien eligió convertirse del protestantismo al catolicismo para ser rey de Francia. Querría decir algo así como que a veces es conveniente renunciar a algo aparentemente muy valioso, para obtener lo que realmente se desea.
La era del control de calidad
– Luego de tu beca francesa volviste a la Argentina y empieza tu etapa en Kleppe?
– Tenía un tío chacarero que le comenta al Gerente General de Kleppe, Osvaldo Albano, que yo recién volvía de una beca de poscosecha en Francia. Albano me llama y me pregunta: – “Me dice tu tío que vos sabes todo de atmósfera controlada …”. Yo le contesté: “Bueno, tengo información”. Y Albano me dijo: “Ah, no sabés un carajo. Bueno, cuándo podés empezar a laburar?”.
– Una de esas situaciones de estar en el momento y en el lugar justo y con la persona correcta.
– Sí. La empresa había puesto hacía poco atmósfera controlada (AC) pero el conocimiento de la época era el de atmósfera convencional, y ahí caigo yo con mi posgrado de atmósfera controlada. En ese momento había muy pocas AC en el Valle. Era un cambio tecnológico que aún no estaba acompañado de la experiencia local. Y además en los 80 empieza la época del control de calidad, modalidad que en Chile introduce el Ing. Antonio Morales Muñoz, que la copia del modelo americano. Yo lo ví y me voló la cabeza. Kleppe lo incorpora, también Gasparri, Moño Azul y Tres Ases que en esa época conformaban El Trío, gerenciado por los colegas Ricardo Mohr y Claudia Cartes. Los resultados se vieron enseguida, se empezaron a solucionar problemas de madurez, podredumbre, escaldadura, era lo que en su momento me hacía referencia Segovia, además se mejoró el manejo de la AC, se empezó a valorar y remunerar mejor a los cuadros intermedios, se implementaron los muestreos, y la información que se generaba permitía a los gerentes comerciales direccionar mejor el destino de la fruta, todas cosas que hoy son básicas.
– Hubo una decisión empresarial de invertir en un tema clave …
– Se empezó a revisar el viejo concepto de querer lograr el mejor resultado con el menor gasto posible. Bueno, bonito y barato no existe, si elegís dos, la tercera se pierde. Y en sistemas biológicos todo se potencia. El control de calidad en fruticultura consistía en que al final de la línea de producción había ojos, narices, lenguas y oídos, o sea gente, que evaluaba con qué frecuencia producías algo mal y analizabas estadísticamente que todo lo que pasaba dicho control era bueno, lo que te daba un nivel de certeza de que lo que vendias era confiable. Ahí Kleppe contrató al primer responsable de control de calidad, la Ing. Laura García, domadora de leones con un escarbadiente. El modelo empezó a implementarse en Alto Valle y le cambió la poscosecha, con la cooperación sostenida y el compromiso de los Ing. Daniel Satragni, de CAFI, y Celia Benítez y Gabriela Calvo de INTA.
El arribo de las AG Tech
– Y cómo están impactando las AG Tech en la actualidad?
– Hoy hacer todo eso que mencioné recién resulta muy difícil, la variable mano de obra y el impacto del cambio climático inciden muchísimo en la previsibilidad de la poscosecha. Ahora viene al rescate la tecnología de precisión que viene hablando INTA hace años, las plataformas, drones, digitalización, biotecnología, inteligencia artificial, blockchain, nuevas tecnologías aplicadas al sistema agropecuario para contar con toda la información en tiempo real a través de una app para la toma de decisiones correctas y a tiempo, porque cada minuto que perdés es plata. La poscosecha empieza con el cuaje y una sola aplicación en el celular que monitoree todo el sistema frutícola desde el cuaje hasta el empaque y hasta la góndola, permite al ingeniero agrónomo tener un rol clave al manejar toda esa información, si cuenta con el respaldo de la empresa. Las tecnologías ya están, se trata de hacer un desarrollo que amalgame toda la información dispersa y que la ponga a disposición del usuario clave para facilitarle la toma de decisiones, ese desarrollo implica una inversión.
– Cómo percibís que estas nuevas tecnologías están permeando en el empresario local?
– Está llegando con muy buena recepción, el empresario local está reaccionando a estos cambios con mayor agilidad. Hay una nueva generación de empresarios, más sensibles a los cambios, más jóvenes que yo, con capacidad de decisión para invertir. Estas incorporaciones tecnológicas marcarán la diferencia entre seguir o no en la actividad.
Janus, el dios de los comienzos y de los finales
– Cómo fué transitar el cierre de tu carrera en el mundo de la poscosecha, hacia el inicio en mundo de la biodinámica ?
– Siempre recuerdo que cuando volvía de mis largas jornadas laborales, me tiraba un rato en la cama a leer el diario y mi mujer, Cecilia, también ingeniera agrónoma, durante mucho tiempo me ponía a nuestra bebé en el pecho. Era el momento del día en que yo estaba realmente en contacto con mi hija. Yo había estado formando varios años a un colega como sucesor, Agustín Cabana, que hoy hace mi trabajo mejor de lo que lo hice yo, y en 2010 hago mi última temporada en Kleppe, etapa de la que tendría todo tipo de experiencias y anécdotas para contar. Entonces con Cecilia, luego de mucho tiempo de búsqueda, encontramos esta chacra. “Este es el lugar” dijimos. Una ex chacra de frutales abandonada hacía 25 años, junto al río, al lado de la ruta, en Contralmirante Cordero. Metimos mucha plata en acomodarla y en un momento decidimos venir a vivir acá e iniciar un emprendimiento. Mi hija Mariana, ex Colegio Waldorf, ya estaba en el tema biodinámica y venía desarrollando la idea con Cecilia y todo ese proceso deriva en Janus, un establecimiento biodinámico, de agroturismo y agroecología. Hoy, abuelos y con cinco nietos, nunca en casi 65 años vivimos mejor que acá y ahora.
– ¿Por qué Janus?
– Janus era el dios romano de los cambios y las transiciones, de los momentos en los que se traspasa el umbral que separa el pasado y el futuro, por eso se lo representa con dos caras, y era protector de aquellos que desean variar el orden de las cosas. Janus, o Jano, o Enero, era el dios de las puertas, el dios de los comienzos y el que aseguraba los buenos finales.
– Janus mira hacia un pasado con la agricultura convencional. ¿Qué está mirando al futuro?
– Alto Valle tiene sólo el 0,3 % de la superficie de la Norpatagonia y ahí vive el 75 % de la población de las dos provincias, es un oasis ambiental. Hace 10,000 años con el arado y la domesticación del ganado, empieza la Revolución Agrícola y comienzan a generarse excedentes, y ahí nació el comercio. A fines del 1700 empieza la Revolución industrial, que fue el golpe definitivo con el que se deshumaniza la sociedad, como se ve bien en la película Tiempos Modernos de Chaplin. En el Siglo XX, Rudolph Steiner, padre de la antroposofía, comienza con la agricultura biodinámica, que hoy cumple 100 años en Alemania. Una vez vino a visitarme un lonco mapuche, le mostré lo que hacemos acá, y me dijo: “Todo lo que vos decis es lo que hacemos nosotros desde siempre: estrellas, agua, suelo, alimentos”. Yo le respondí: “No inventamos nada”, y nos hermanamos en un abrazo. Hoy casi la mitad de las chacras en el Valle están abandonadas, y en consonancia con la Dirección Nacional de Agroecología, presentamos en la muni de Cordero un proyecto que propone repoblar las chacras en un esquema de agricultura familiar y agroturismo, para crear un villa agroecológica, un proyecto de volver a la tierra, atraer gente que quiera vivir en la chacra, a través de una política de reordenamiento territorial. Ahí mira Janus.
– Hablando de nuevos finales y buenos comienzos, te pedimos una reflexión de cierre para los ingenieros agrónomos que están empezando en la profesión
– Los agrónomos somos los profesionales de la producción de alimentos, somos responsables de la salud humana, pero también de la salud del suelo, del ambiente. Estamos poniendo en juego mucho más que las técnicas y prácticas agrícolas, más aún cuando el cambio climático ya está entre nosotros. Después de 37 años de aportes tengo una jubilación que no me alcanza para vivir, por eso, le diría al colega joven que desde el primer día que empiece a trabajar, tenga un plan a futuro. Hay que estar hipertecnificado para dar respuestas a quien te paga, pero con visión de sustentabilidad ambiental, midiendo nuestro impacto ambiental, para ver no sólo la eficiencia de los sistemas productivos sino el resultado a largo plazo para toda la sociedad. Los profesionales somos responsables del futuro que espera a nuestros hijos y a nuestros nietos.