Una agrónoma en Patagonia Norte

Un recorrido por la trayectoria profesional de la Ing. Agr. Claudia Cartes

Por Walter Nievas. CPIA Río Negro

En el marco de la serie de entrevistas a colegas ya retirados de la actividad, organizada por CPIA Río Negro, compartimos una charla con la Ing. Agr. Claudia Cartes, con quien repasamos su extensa trayectoria laboral y algunas reflexiones sobre la profesión.

Entre Argentina y Paraguay

Claudia, una etapa de tu vida la transitaste en Paraguay

Mi abuelo, que era paraguayo, vino a la Argentina con su familia como exiliado político, y en Posadas, Misiones, nació mi padre. Luego de regresar a Asunción, donde pasó su infancia y adolescencia, mi papá vino a estudiar Ingeniería Electromecánica a la Universidad de La Plata, donde conoció a mi madre, que era profesora de francés. Se casaron, vivieron algunos años en Francia, y ya de regreso en la Argentina se establecieron en Banfield y nacieron sus tres hijas. Después de 20 años en el país, mi papá quiso volver al Paraguay, y hacia allá nos fuimos todos en barco. En Asunción terminé la primaria y cursé parte de la secundaria, y en el 72 volvimos a Argentina, porque a mi padre le propusieron trabajar en Hidronor[1]. La represa de El Chocón se había terminado de construir y ese año comenzaría a llenarse el lago artificial para generar electricidad, y ahí estaba mi padre. Nos instalamos en Neuquén, donde terminé la secundaria y empecé Agronomía en la Universidad del Comahue en el 73, en un contexto político muy intenso y atractivo. Ya recibida, en el 79 volví al Paraguay, esta vez con Néstor, mi novio durante toda la carrera que sería mi marido al año siguiente. Trabajé en una empresa pública que hacía extensión agrícola en todo el país, en un proyecto de promoción del uso de la cal como enmienda para suelos ácidos, y daba clases en la Cátedra de Fruticultura en la Universidad Nacional de Asunción. Más adelante, en forma particular, me dediqué con una amiga a un emprendimiento de paisajismo. Paraguay es muy amigable para los argentinos; siempre trabajé con una tranquilidad y una soltura propia de una paraguaya más. De todos modos, en esa época entendí lo que es el desarraigo, como dice León Gieco en su canción sobre lo difícil que es vivir en una cultura diferente. Más allá de tener tíos, diez primos y muchos amigos de la secundaria, siempre se extraña la tierra de uno.


[1] Hidroeléctrica Norpatagonia SA, empresa pública creada en 1967 y cerrada en 1992, dedicada a la producción, distribución y comercialización de energía hidroeléctrica, así como la evaluación y construcción de centrales hidroeléctricas en la Patagonia

Visitando un establecimiento en Paraguay

En Paraguay el guaraní es idioma oficial junto al español. ¿Te lo enseñaron en la escuela?

El guaraní se estableció como idioma oficial cuando yo ya no vivía allá. A partir de los 90 se empezó a enseñar oficialmente en las escuelas. En mi época de secundaria se enseñaba Latín! Todo el mundo allá entiende o habla el guaraní como segunda lengua o como lengua materna. Yendo al campo por supuesto que algunas cosas aprendí de lo que llaman el yopará, que significa mezcla, porque es una mezcla de español y guaraní. Paraguay es uno de los pocos países cuya población es casi totalmente bilingüe.

Reunión con productores con el experto en suelos Dr. Enrique González Erico (izq.) en Alto Paraná, Paraguay. 1981

Ya en Argentina fuiste parte del plantel técnico de El Trío, una iniciativa singular en la historia del Valle

En el 86 regresé a Alto Valle para trabajar en el grupo exportador El Trío, conformado por Moño Azul, Gasparri y Tres Ases, las tres empresas integradas más importantes en ese momento. El objetivo del grupo era trabajar en común para exportar mayor volumen y aportar la ventaja competitiva de cada una en forma sinérgica en favor de la mejor performance. Podría decirse que en esa sinergia, entre otras cosas obviamente, Moño aportaba volumen, Gasparri innovación tecnológica y Tres Ases habilidad comercial. Aquélla fue una de las experiencias profesionales más interesantes que me tocó transitar. Mi función era de Secretaría Técnica, con fuerte interacción con los planteles técnicos y gerenciales de las empresas, y en cosecha sumaba la coordinación de embarques a mercados externos. Cada año se confeccionaba una guía de Normas Trío, con fotos para identificar características y defectos de la fruta, para definir su clasificación de acuerdo a las condiciones de la temporada, como práctica para mejorar el control de calidad. Las normas contemplaban lo atinente al embalaje, tipo y armado de pallets de exportación, identificación de la fruta, etc., para garantizar la homogeneidad del producto. Se implementó un Programa de Madurez de Manzana propio, con un laboratorio que funcionaba en Gasparri. Se determinaban índices de madurez de fruta de las chacras de las tres empresas. Este programa se llevó a cabo con el asesoramiento del Dr. Kenneth Olsen, del Estado de Washington. Más adelante, se implementó un Programa de Madurez de Pera, con la colaboración del Dr. Walt Mellenthin de Oregon. En cuanto a conservación, nos visitaba el Dr. Carlo Nardin, especialista italiano en atmósfera controlada. Y así siguen los nombres de expertos en temáticas de la producción, sanidad y conservación, que eran convocados por El Trío para incorporar tecnología de última generación. Era un momento impresionante de la fruticultura, de mucha vitalidad, potencia y búsqueda de calidad en todo el proceso. Había un enorme compromiso con foco en la formación, interacción y actualización permanente de los profesionales de campo y de empaque. Los ingenieros de las empresas de El Trío viajaban a los países de punta en producción frutícola para conocer los últimos avances tecnológicos y organizacionales. El Trío fue, sin dudas, una experiencia transformadora para el Valle.

De izquierda a derecha: Gustavo Grisanti y Alfredo Grisotto de Tres Ases, Claudia Cartes y Ricardo Mohr de El Trío, y un grupo de productores frutícolas de Sudáfrica. Galpón de empaque de Tres Ases, 1987.

Pude compartir esos años junto a colegas como Ricardo Mohr, Ricardo Edelstein, Roberto Zaffino, Raúl Di Carli, Juan Carlos Pujó, Maria del Carmen Unio, Gustavo Battistoni, Rubén Zeese, Carlos Enriquez, Alfredo Grisotto, Pablo Moratti. Era muy interesante también el intercambio que se daba en la Comisión Técnica de CAFI (Cámara Argentina de Fruticultores Integrados) en la que participaban los ingenieros de las empresas exportadoras.

La era de las ONG

Y luego viene otra etapa en tu carrera

Después de El Trío empiezo a trabajar en Tres Ases S.A. como Jefa de Expedición y luego como staff de Dirección, y posteriormente fui parte del Censo Nacional Agropecuario del 93. En esa época el sector frutícola estaba bastante golpeado, así que continué con mis estudios de inglés para rendir el Proficiency, examen del más alto nivel de la Universidad de Cambridge, y empecé a enseñar a profesionales. Saber inglés me permitió ser convocada como traductora en ocasión de visitas de expertos del exterior, misiones oficiales (USDA/Aphis) y viajes técnicos. Ya en el 96 ingresé a la Fundación Barrera Zoofitosanitaria Patagónica (FUNBAPA), en el Programa de Control de Carpocapsa, primero como Secretaria Técnica y luego como Coordinadora. Allí compartí con colegas como Guillermo Russo, Ricardo Migliaccio, Marcela Moscoloni, Gustavo Gómez, Mariano Bondoni, Ricardo Jankowski, Marga Martín, Mabel Fernández, Federico Roveglia, Hugo Espain, José Ginnobili, Horacio Forchetti, Silvia Gallo, Rafael Scandroglio, Norma Paz, René Haded, Mariano Calé, Laura Tirri y Walter Nievas, entre otros. También con el plantel del Programa Mosca de los Frutos: Ricardo Sánchez, Esteban Rial, Gustavo Liss, Alfredo Borges, Eduardo Parra y otros, y con el equipo técnico de la Secretaría de Fruticultura de Río Negro: Jorge Chiófalo, Ricardo Liguori, Andrés Nussbaum, Carlos Rota. 

Transitaste una experiencia innovadora desde lo privado en El Trío, y después otra experiencia innovadora con Funbapa en su carácter de ONG

Funbapa pone énfasis en la importancia de la apertura de espacios de trabajo interinstitucional, de articulación público-privada. La Fundación estaba integrada por el IASCAV, que posteriormente se transformaría en SENASA, como ente de fiscalización, gobiernos provinciales, organizaciones de productores; todos sentados en una misma mesa para evaluar las necesidades del sector para el control efectivo de la plaga, y para plantear posibles formas de satisfacerlas. Brasil, como importante mercado de destino de la fruta del Valle, exigía garantizar envíos que no pusieran en riesgo su propia producción por presencia de carpocapsa. Desde el Programa se debían establecer estrategias para lograr este objetivo, con el aporte fundamental del paquete tecnológico recomendado por INTA. FUNBAPA dejó sentada una modalidad de trabajo fuertemente interinstitucional para lograr éste y otros objetivos que hacían a la cuestión productiva patagónica. Recuerdo que en el 98, después de la crisis del síndrome de la vaca loca en Inglaterra y otra situación similar de intoxicación masiva por salmonella en helados en Estados Unidos, tuve oportunidad de estar presente en el SIAL, el Salón Internacional de la Alimentación, en París, donde se llevó a cabo el Primer Seminario Internacional de Seguridad Alimentaria con disertantes de alto nivel como los asesores del Presidente Clinton de Estados Unidos y del Primer Ministro del Reino Unido Tony Blair, los ministros de salud de España y Francia, entre otros, quienes describieron la gravedad de estos eventos que ponían en riesgo la salud pública y requerían estrategias específicas. En todos los casos esas estrategias surgían de mesas en las que se sentaban todos los actores del sector: agricultores, consumidores, industriales, científicos, dirigentes rurales, funcionarios gubernamentales, etc. Incluso se convocaba a filósofos, que evaluaban la problemática en forma global y aportaban su mirada para encontrar soluciones. A esto se sumaba una fuerte coordinación entre países para el tratamiento de estas crisis que generalmente son explosivas y requieren modos de acción rápidos y efectivos. Esa forma de tratar los problemas era y sigue siendo clave.

¿Esa apertura de espacios de diálogo horizontal, debería ser también una línea de acción de una ONG como CPIA RN?

Si bien CPIA RN es una organización destinada a aportar herramientas que mejoren la capacidad de acción de los profesionales agrónomos, podría ser un actor y un ámbito natural a la hora de realizar convocatorias de este tipo. A veces, cuando en una mesa netamente política no se logran avances significativos, estos espacios más diversos de intercambio aportan soluciones. Recuerdo un planteo de Verónica Boltshauser en ese sentido, proponiendo invitar a técnicos a identificar problemas críticos, para abordarlos, analizarlos y explorar soluciones validadas por ese espacio. Así, eventualmente, se podrían acercar propuestas desde un ámbito calificado. Esas soluciones conllevan la riqueza propia del aporte del conjunto.

Arriba, auditores del USDA del Programa de Mosca. Abajo: A. Mongabure, R. Sánchez, D. Villalba, E. Merayo, E. Rial. En Bariloche.

De izquierda a derecha; algunos no se lograron identificar.  Los 4 de arriba: C. Magdalena, P. Tecles, J. Barria, Muchinick. Fila del medio: Molla, A. Faggionatto, R. Tocovich, L. Siracusa, L. Fernández, A. Segatori, Claudia, L. Tirri, xx, J. Dillon, J. Ortiz, Mise Álvarez, S. Gallo, Souto,xx, E. Rial. Fila de abajo: P. Corio, R. De Rossi, Cacho Hernández, xx, L Iannamico, F. Martin, P. Gilligan, J. Ortes, xx. Camp Bay, Sudáfrica, 1997.

Un dinosaurio en la bodega

Contáme cómo fue tu paso por el mundo de la vitivinicultura

Siempre me había interesado lo que estaba pasando en El Chañar con las inversiones en viñedos y bodegas. Mi querido amigo Pepe Barría me llevó a recorrer la llamada Tercera Etapa de esa localidad y me resultó increíble ver el paisaje de una gran superficie cubierta con viñedos jóvenes. No parecía el Valle! En 2003, me invitaron a participar en un curso de dos meses en Buenos Aires organizado por la Universidad de San Andrés y el newsletter de vinos ArgentineWines.Com. El curso, titulado “El Negocio del Vino”, abarcaba aspectos de producción de la vid para vinificar, elaboración de vinos, publicidad, marketing, plan de negocios, Plan Estratégico Vitivinícola, etc.; con bodegueros renombrados, creativos publicitarios, diseñadores gráficos, especialistas en marketing e inversionistas como disertantes. Allí conocí a Guillo Milia, publicista especializado en diseño de campañas, marcas y etiquetas de importantes bodegas del país que casualmente había comenzado a asesorar a la Bodega Familia Schroeder de El Chañar. Paralelamente, los responsables del newsletter ArgentineWines. Como me piden que escriba un artículo sobre la bodega en cuya construcción habían hallado restos fósiles de  dinosaurio. Ésta era la Bodega Schroeder. Guillo me vinculó con la empresa y esto derivó en que fuera la primera Relaciones Públicas de la bodega. Mi tarea inicial fue la organización de la inauguración de la bodega, y los 6 meses anteriores a este evento, trabajar en el posicionamiento de la misma en los medios especializados del país. Con ese objetivo invitamos, en forma individual, a los mejores periodistas en gastronomía y vinos del país para que conocieran la finca, las instalaciones y modalidad de elaboración de los vinos y espumantes y degustaran los varietales de Familia Schroeder. Durante la inauguración oficial, los invitados podían recorrer libremente la totalidad de las instalaciones con el marco de la música de grupos de orquesta de cámara ejecutando entre las barricas, y el atractivo de la exhibición de los huesos del dinosaurio. Fue todo un éxito.

La plasticidad de nuestra profesión es admirable …

Siempre tuve trabajos de gestión, de cuestiones técnicas y operativas. Pero si me preguntás qué es lo que más me gustaba hacer, era interactuar con los diversos actores de la actividad, y las relaciones interinstitucionales. De hecho, después de mi etapa en Familia Schroeder, en 2005 organizamos con el Ing. Federico Sacheri, en ese entonces Presidente de la Cámara de Productores de El Chañar, una serie de capacitaciones orientadas a personal de campo en temas como comunicación y resolución de conflictos, uso eficiente de la maquinaria agrícola, herramientas informáticas, etc. La iniciativa tuvo mucha convocatoria y contó con el apoyo de la cámara, la Municipalidad local y diversas firmas comerciales del sector.

Hablando de Maradona con hijos de personal de campo en una chacra de Sudáfrica. De izquierda a derecha L. Tirri, Claudia, Pedro Corio, Luis  Iannamico (de espaldas), Julián Alvarez (de espaldas) Carlos Magdalena y Jorge Ortiz. 1997

Cierre de ciclo

Y terminaste tu carrera profesional en INTA

En la época de mis actividades en El Chañar, había recibido algunas propuestas de trabajo que no me resultaron del todo atractivas hasta que en 2006 ingresé en el área de Recursos Humanos del Centro Regional Patagonia Norte del INTA. Allí me desempeñé bajo la dirección de los Ings. Daniel Miñón y Ernesto Andenmatten y del Médico Veterinario Jorge Reynals, compartiendo el espacio  con Facundo López Raggi, Marcelo Pérez Centeno, Alejandro Giayetto, Patricia Villarreal y en comunicación fluida con los técnicos de las estaciones experimentales de Alto Valle, Bariloche y Valle Inferior. Me tocó hacer el seguimiento de postgrados y de los concursos para cubrir puestos de trabajo. Era también Asistente Regional de Vinculación Tecnológica y Cooperación Institucional, lo que implicaba la gestión de convenios y acuerdos con otras instituciones y con empresas. Mi último año transcurrió en la EEA Alto Valle hasta mi retiro voluntario en 2018. Siempre había tenido un vínculo estrecho con INTA, tanto desde la época en El Trío, en la que había una actividad muy fluida con la institución, y posteriormente desde del Programa de Carpocapsa de FUNBAPA con el aporte invalorable de la Dra. Liliana Chichón y su equipo. Así que empecé mi carrera profesional en empresas del sector privado, luego en una ONG. y el cierre lo hice en un organismo público. Celebro haber tenido la oportunidad de haber conocido esos ámbitos donde disfruté mucho del trabajo en sí y, lo mejor de todo, coseché entrañables amigos.

Con Rafa De Rossi, Sudáfrica, 1997

Como mujer, ¿Encontraste alguna dificultad durante el ejercicio de la profesión?

Quizás cuando me gradué éramos menos las mujeres que estudiaban Agronomía pero hoy eso está mucho más equilibrado. Siempre me sentí muy a gusto y reconocida trabajando como ingeniera agrónoma. No tuve ningún tipo de condicionamiento por ser mujer, nunca lo viví como un obstáculo ni percibí ninguna subestimación ni nada por el estilo, incluso cuando me tocó desempeñar cargos que habitualmente llevaban a cabo colegas varones. Creo que todo ha evolucionado para mejor, el medio actualmente está mucho más abierto a que una mujer desempeñe su tarea profesional a la par de cualquier varón. Obviamente, fue fundamental haber contado con el apoyo incondicional de mi marido y mis hijos durante mi vida laboral. Mi familia se bancó ausencias, llegadas tardías para cenar porque venía de alguna reunión con productores, o incluso que siguiera trabajando en casa en ocasiones y en cualquier horario. Sin ellos nada hubiera sido posible.

¿Qué le dirías al colega recién egresado que va a incursionar por primera vez en el mercado laboral?

Le diría que no tenga miedo, que aplique el sentido común, que haga gala de las relaciones interpersonales, las buenas relaciones, porque la comunicación es fundamental. Le diría que sepa escuchar al otro, porque muchas veces te vas a encontrar con gente de la que vas a aprender. En el trabajo hay que tener una cuota de audacia para arriesgarse, junto a otra de pánico que te mantenga alerta. La capacidad de escucha, estar siempre abierto a aprender y a compartir con el otro, hace a un buen profesional. La sinergia que aporta el trabajo en equipo no tiene precio y nos permite disfrutar la profesión. Y sobre todo, construir.

Decime cuál fue, de todos tus trabajos, el que más te gustó, el que te dió mayores satisfacciones.

Mi familia. Sin dudas ése fue mi mejor trabajo. Y el más maravilloso.

Con su familia. Febrero 2023.

Una reflexión final Claudia, pero en guaraní.

Jaha opaveve oñondive karaikuéra!!! . Significa “Vamos todos juntos, muchachos!”